sábado, 26 de marzo de 2011

'Dame tu brazo, amor, y caminemos...', de Julia Prilutzky


Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.

Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu infiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.

Y no me digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al pórtico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:

Todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.

Julia Prilutzky, poetisa ucraniana (1912-2002)

viernes, 25 de marzo de 2011

'Escorado', de Cristina Peri Rossi


Mirándola dormir
dejé que el barco se inclinara
lentamente hacia un costado
precisamente el costado
sobre el que ella dormía
apoyando apenas la mejilla izquierda
el ojo azul
la pena negra de los sueños
y por verla dormir
me olvidé de maniobrar
pensando en las palabras de un poema
que todavía no se ha escrito
y por ello
era el mejor de todos los poemas
tan sereno
tan sutil como su piel de mujer casi dormida
casi despierta,
tan perfecto como su presencia inaccesible
sobre la cama,
proximidad engañosa de contemplarla
como si realmente pudiera poseerla
allá en una zona transparente
donde no llegan las sílabas orando
ni el clamor de las miradas
que quieren acercarse
en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.

(Incluido en Descripción de un naufragio, 1974)

Mi corazón, pájaro del desierto..., de Rabindranath Tagore


Mi corazón, pájaro del desierto, ha encontrado su cielo
en tus ojos, ¡en tus ojos, cuna de la aurora, imperio de las estrellas,
cuya profundidad se lleva mis canciones!

¡Deja sólo que me abisme en ese cielo, en esa solitaria inmensidad!
¡Deja sólo que me entre por tus nubes,
que se abran mis alas en tu sol!

Rabindranath Tagore (1861-1941)

miércoles, 23 de marzo de 2011

'Ven', de Rafael Alberti


Ven, mi amor, en la tarde de Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés, mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
más luz del corazón que me sostiene.

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

Es tuya mi canción, en ella estoy.
Y en ese viento que va y viene voy,
y en ese viento siempre me verías.

Rafael Alberti, 1902-1999

martes, 22 de marzo de 2011

Soneto XXV, de Pablo Neruda


Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.

Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.

Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.

(Incluido en Cien sonetos de amor, 1959)

'El sueño', de Alfonsina Storni


Yo vi dos soles rojos dominando el espacio.
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran…
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses… Un quejido de dios…
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas…
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males…
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!…

(Alfonsina Storni, poetisa argentina, 1892-1938)

'Alegría interior', de José Hierro


En mí la siento aunque se esconde. Moja
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.

A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.

Sé que no ha muerto, porque vivo. Tomo,
en el oculto reino en que se esconde,
la espiga de su mano verdadera.

Dirán que he muerto, y yo no muero.¿Cómo
podría ser así, decidme, dónde
podría ella reinar si yo muriera?

(Incluido en Alegría, 1947)

"Si miro tus ojos...", de Vicente Aleixandre



Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los
brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
magnolia.
Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme
entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
labios frescos".
Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa
magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.

Vicente Aleixandre (1898-1984)

"Adentro, más adentro...", de Gerardo Diego


Adentro, más adentro,
hasta encontrar en mí todas las cosas.
Afuera, más afuera,
hasta llegar a ti en todas las cosas.

Secreto panteísmo.
Mi oración es así.
Tú estás en todo
y todo en mí.

Gerardo Diego (1896-1987)

sábado, 12 de marzo de 2011

Soneto CXVI, de William Shakespeare



Let me not to the marriage of true minds
Admit impediments. Love is not love
Which alters when it alteration finds,
Or bends with the remover to remove:

O no! it is an ever-fixed mark
That looks on tempests and is never shaken;
It is the star to every wandering bark,
Whose Worth's unknown, although his height be taken.

Love's not Time's fool, though rosy lips and cheeks
Within his bending sickle's compass come;
Love alters not with his brief hours and weeks,

But bears it out even to the edge of doom:
If this be error and upon me proved,
I never writ, nor no man ever loved.

(Publicado en 1609)

Déjame que el enlace de dos almas fieles
No admita impedimentos. No es amor el amor
Que cambia cuando un cambio encuentra,
O en la distancia tiende a distanciarse.

¡Oh, no!, es un faro imperturbable
Que desafía a las tempestades y nunca se estremece;
Es la estrella para todo barco sin rumbo,
Cuya valía se desconoce, aun tomando su altura.

El amor no es juguete del Tiempo, aunque los rosados labios
Y mejillas caigan bajo el golpe de su guadaña:
El amor no varía con sus breves horas y semanas,

Sino que se afianza incluso hasta en el borde del abismo.

Si esto es erróneo y se me puede probar,
Yo nunca escribí nada, ni ningún hombre amó jamás.

(William Shakespeare, 1564-1616)

viernes, 11 de marzo de 2011

'She walks in beauty', by Lord Byron


She walks in beauty, like the night
Of cloudless climes and starry skies;
And all that's best of dark and bright
Meet in her aspect and her eyes:
Thus mellowed to that tender light
Which heaven to gaudy day denies.

One shade the more, one ray the less,
Had half impaired the nameless grace
Which waves in every raven tress,
Or softly lightens o'er her face;
Where thoughts serenely sweet express
How pure, how dear their dwelling place.

And on that cheek, and o'er that brow,
So soft, so calm, yet eloquent,
The smiles that win, the tints that glow,
But tell of days in goodness spent,
A mind at peace with all below,
A heart whose love is innocent!

(Publicado en 1815)



Ella camina en la belleza, como la noche
De cimas despejadas y noches estrelladas;
Y lo mejor de lo oscuro y lo brillante
Se encuentra en sus rasgos y en sus ojos:
Así, suavizados bajo la tierna luz
Que el cielo al llamativo día niega.

Una sombra más, un rayo de luz menos,
Tenían la mitad de la mermada e innombrable elegancia
que las olas con las que todos los cuervos,
trenzan de suaves haces de luz, oh, su rostro;
Donde los pensamientos sueve y dulcemente se expresan.
Qué pura, qué querida para ellos su morada.

Y en su mejilla y en su ceja,
Tan suave, tan calma y aún elocuente
La sonrisa que gana, los tonos que resplandecen,
Pero dile de los días de bondad pasados,
Una mente en paz con todo por debajo,
¡Un corazón cuyo amor es inocente!

(Lord Byron, 1788-1824)

jueves, 10 de marzo de 2011

'Invocación', de Cristina Peri Rossi


Si el lenguaje
este modo austero
de convocarte
en medio de fríos rascacielos
y ciudades europeas
fuera
el modo
de hacer el amor entre sonidos
o el modo
de meterme entre tu pelo.

(Incluido en Diáspora, 1976)

'La aureola azul', de Leopoldo Alas Mínguez


En la roca de esmeraldas que imagina,
el anciano defiende su aureola.
Con diecisiete años, le dijo que era azul
una mujer del norte
y le advirtió que nunca la perdiera.

Vendrán las nubes que ensombrecen
las buenas intenciones
y formas de pensar como naufragios.
Te dejarás caer por levantarte,
te ocultarás por miedo.
El viento dispondrá tus verdaderos gestos
y el paso de los otros tu destino.

No serás lo que creías,
tu rostro mostrará las simas de tu alma,
traducirás tu ruina,
enfangarás tus sueños con tus dudas.
Pero nunca descuides la aureola,
no dejes que se extinga
ni cuentes que fue azul en un poema.

(Incluido en La posesión del miedo, 1996)

domingo, 6 de marzo de 2011

'Soy como un espíritu que mora', de Percy B. Shelley


Soy como un espíritu que mora
en lo más hondo del corazón.
Siento sus sentimientos,
pienso sus pensamientos
y escucho las conversaciones más íntimas del alma,
la voz que sólo se oye en el rumor de la sangre,
cuando el vaivén de los latidos
se asemeja al sosegado oleaje del océano estival.

He desatado la melodía dorada
de su alma profunda y me he zambullido en ella
y, como el águila en medio de la bruma y la tormenta,
he dejado que mis alas se adornasen
con el fulgor de los rayos.

(Percy Bysshe Shelley, 1792-1822)

sábado, 5 de marzo de 2011

'Desde que estás', de Ryszard Kapuściński


Desde que estás
todo cambia de color
tiene un matiz más:


desde que estás
cambian los sonidos:
están llenos de tu voz

desde que estás
los bosques y los árboles
huelen a ti

desde que estás
toco el mundo
un mundo completo
y único.

(Ryszard Kapuściński, 1932-2007.
Poema escrito en 1994, incluido en
Leyes naturales, 2oo6)

viernes, 4 de marzo de 2011

Soneto XVII, de Pablo Neruda


No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.

(Incluido en Cien sonetos de amor, 1959)

Soneto VIII, de Pablo Neruda


Si no fuera porque tus ojos tienen color de luna,
de día con arcilla, con trabajo, con fuego,
y aprisionada tienes la agilidad del aire,
si no fuera porque eres una semana de ámbar,
si no fuera porque eres el momento amarillo
en que el otoño sube por las enredaderas
y eres aún el pan que la luna fragante
elabora paseando su harina por el cielo,
¡oh, bienamada, yo no te amaría!
En tu abrazo yo abrazo lo que existe,
la arena, el tiempo, el árbol de la lluvia,
y todo vive para que yo viva:
sin ir tan lejos puedo verlo todo:
veo en tu vida todo lo viviente.

(Incluido en Cien sonetos de amor, 1959)