jueves, 24 de febrero de 2011

'Las señales, himno para empezar la primavera', de Ángel García López


Todo es hermoso ahora. Vive el alma
esta noche la paz. Desconocida
eras, y ya eres parte de mí. Vuelves
como si nada, nadie, separase.
Regresas. Siento cánticos contigo,
reconociéndote. Los ojos, si los abro,
cierran la flor del día, los fugaces
puntos de luz. El aire quema al aíre.
Arde una hoguera. Sombras.

No. Ninguna
comparable. Caricia irrepetida.
Laurel de las dos sienes.
Verso a verso
desentrañada aquí. Página en blanco
donde está el sacrificio del poeta.

La tierra es una parte diminuta
del corazón
Quisiera bendecirte
hoy que el odio se cambia. Es alegría
de mil colores.

Hablo, sin embargo.
Escribo, sin querer, lo que el silencio
comunicara.
Ven.
Hay que decirnos,
para entendernos, algo.
Ven. Yo soy.
Recuérdame. Yo soy. Tiempo de magia.
Soles ardientes. Júbilo sonoro.
Voces profundas. Voces.

No es posible
sea el eco, no es posible. La montaña
desplazóse del sitio -¡Oh fe que mueve
la roca contra el pájaro del cielo!-,
halló lugares vírgenes. Lugares
sin tu amor.

-Verdad que ha de salvarme
No otra casa que ella. No agua turbia.
La verdad. Los arroyos-.
Siento cánticos
de ángeles que cruzan con la espiga
más pura sobre el halda.

Oh sí, la tierra
es una parte del corazón que ahoga
y nos sepulta. Apenas nace el día
cuando, después, ha muerto. ¿Dónde huellas,
el rayo de la luz?
Sombras atroces
vienen. Oigamos, limpios, el milagro
del nacimiento. Oigamos. Escuchemos
este batir de alas.

Sálvame. Puedes
salvarme.
Sálvame. Salva, hermosea
la fragancia perdida, alumbramiento
de la verdad.
Tenemos que salvarnos
llegando a ti. Sonando las trompetas.
Los muros derribados. El concierto
de las palmas azules. Aguas claras.

Quisiera bendecirte. Proyectarme
al regazo materno. A la inocencia
de la creación. Subirme a los torrentes.
Al árbol de la sed. Romper cadenas
enemigas. Ser tuyo.

Ser ya tuyo
como un himno en la sangre. Como un río
que desemboca, y nace, en pleno mar.

(Incluido en Tierra de nadie, 1968)

miércoles, 23 de febrero de 2011

'Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano solitariamente asilaba...', de Blanca Andreu


Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano
solitariamente asilaba,
todo lo que ahora escucho maldecir y llamear.
Del mismo modo que escucho tu nombre golpeando fragua
mítica,
sonando en metal de saga,
en herrería blanca que aún me quema.

(Incluido en Báculo de Babel, 1982)

martes, 22 de febrero de 2011

'Preguntas', de Juan Gelman


Ya que navegas por mi sangre
y conoces mis límites,
y me despiertas en la mitad del día
para acostarme en tu recuerdo
y eres furia de mi paciencia para mí,
dime qué diablos hago,
por qué te necesito,
quién eres, muda, sola, recorriéndome,
razón de mi pasión,
por qué quiero llenarte solamente de mí,
y abarcarte, acabarte,
mezclarme en tus cabellos
y eres única patria
contra las bestias del olvido.

(Poeta argentino, nacido en 1930)

sábado, 19 de febrero de 2011

'El desconocido', de Pär Lagerkvist


Versión de Carlos López Narváez

Un desconocido es mi amigo
uno a quien no conozco
Un desconocido lejano, lejano
Por él mi corazón está lleno de nostalgia
Porque él no está cerca de mí
¿Quizá porque no existe?
¿Quién eres tú que llenas mi corazón de tu ausencia,
que llenas toda la tierra de tu ausencia?

(Pär Lagerkvist, autor sueco, 1891-1974. Nobel de Literatura en 1951)

'Sirena', de Mario Benedetti


Tengo la convicción de que no existes
y sin embargo te oigo cada noche

te invento a veces con mi vanidad
o mi desolación o mi modorra

del infinito mar viene tu asombro
lo escucho como un salmo y pese a todo

tan convencido estoy de que no existes
que te aguardo en mi sueño para luego.

(Incluido en Inventario II, 1994)

'No te detengas nunca', de Pedro Salinas


No te detengas nunca
cuando quieras buscarme.
Si ves muros de agua,
anchos fosos de aire,
setos de piedra o tiempo,
guardia de voces, pasa.
Te espero con un ser
que no espera a los otros:
en donde yo te espero
sólo tú cabes. Nadie
puede encontrarse
allí conmigo sino
el cuerpo que te lleva,
como un milagro, en vilo.
Intacto, inajenable,
un gran espacio blanco,
azul, en mí, no acepta
más que los vuelos tuyos,
los pasos de tus pies;
no se verán en él
otras huellas jamás.
Si alguna vez me miras
como preso encerrado,
detrás de puertas,
entre cosas ajenas,
piensa en las torres altas,
en las trémulas cimas
del árbol, arraigado.
las almas de las piedras
que abajo están sirviendo
aguardan en la punta
última de la torre.
Y ellos, pájaros, nubes,
no se engañan: dejando
que por abajo pisen
los hombres y los días,
se van arriba,
a la cima del árbol
al tope de la torre,
seguros de que allí,
en las fronteras últimas
de su ser terrenal
es donde se consuman
los amores alegres,
las solitarias citas
de la carne y las alas.

(Incluido en Razón de amor, 1936)

viernes, 18 de febrero de 2011

'Poema primero (Posesión en el sueño)', de Eunice Odio



Ven
Amado

Te probaré con alegría.
Te soñaré conmigo esta noche.

Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.

Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.

Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.

Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,

Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.

Ven
te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarás aromas caídos nuestras bocas.

Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.

(Eunice Odio, 1922-1974. Poema incluido en
Los elementos terrestres, 1947)

jueves, 17 de febrero de 2011

'Escribo en el olvido...', de Juan Gelman


Escribo en el olvido
en cada fuego de la noche
cada rostro de ti.
Hay una piedra entonces
donde te acuesto mía,
ninguno la conoce,
he fundado pueblos en tu dulzura,
he sufrido esas cosas,
eres fuera de mí,
me perteneces extranjera.

(Juan Gelman, poeta argentino, nacido en 1930)

'Posesión del miedo', de Leopoldo Alas Mínguez


¿A qué fuerza convoco, yo que un tiempo hice brotar
los tallos con mi aliento y ahuyenté las sombras?
Hoy esta sal en los labios, ¿de qué mar la traigo?
¿De dónde este temblor que me desarma?
Conozco tu perfil: eres el miedo
que vive agazapado en la quimera.

Y llamo al amor, a sus huestes de plata, a sus naves
de fuego que surcan seguras
las aguas encrespadas de un espejo.
Voy a hacer el amor con mi miedo,
a inventarle un cuerpo firme, a penetrarlo
a hacerle gemir de deseo.

Quiero al miedo desnudo, rendido, tendido en el suelo,
excitado, sudoroso, imberbe.
Quiero una fiesta de carne con el espíritu aterido,
el intruso que ciega las ventanas.
Que se vuelva boca abajo y se ofrezca
rogando fuerza en su flaqueza.
Entrar y salir. Dentro y fuera. Dar y amagar con quitar
y que la auténtica paz sea la guerra.
Y liberar mi alma prisionera
con gritos de placer en sus entrañas.

(Incluido en
La posesión del miedo, 1996)

miércoles, 16 de febrero de 2011

'Dentro, en tus ojos...', de Gerardo Diego


Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme
un palpitar de acuario submarino,
quisiera -licor tenue al difumino-
hundirme, decantarme, adormecerme.

Y a través de tu espalda, pura, inerme,
que me trasluce el ritmo de andantino
de tu anhelar, si en ella me reclino,
quisiera trasvasarme y extenderme.

Multiplicar mi nido en tus regazos
innumerables, que al cerrar los brazos
no encontrases mi carne, en ti disuelta.

Y que mi alma, en bulto y tacto vuelta,
te resbalase en torno, transparente
como tu frente, amor, como tu frente.

(Poema
Amor. Gerardo Diego, 1896-1987)

martes, 15 de febrero de 2011

'El alma', de Vicente Aleixandre



El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes,
tu casi luz, tu tibieza conforme.
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima,
con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; oh, no: como un cuerpo
maravillosamente investido.
Ondas de alma..., alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,
creo,
creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse,
y conformemente brillar,
trasminar ,
trascender,
en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por
una manifestada suavidad se desliza.

Así, amada mía,
cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte,
para, ceñida, trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos que sin cansancio se
ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti,
que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: «Alma mía...».

(Vicente Aleixandre, 1898-1984)

martes, 8 de febrero de 2011

Soneto XXII, de Pablo Neruda


Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angol, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.

(Incluido en Cien sonetos de amor, 1959)

'Un sueño dentro de un sueño', de Edgar Allan Poe


¡Toma este beso sobre tu frente!
Y, me despido de ti ahora,
no queda nada por confesar.
No se equivoca quien estima
que mis días han sido un sueño;
aún si la esperanza ha volado
en una noche, o en un día,
en una visión, o en ninguna,
¿Es por ello menor la partida?
Todo lo que vemos o imaginamos
es sólo un sueño dentro de un sueño.

Me paro entre el bramido
de una costa atormentada por las olas,
y sostengo en mi mano
granos de la dorada arena.
¡Qué pocos! Sin embargo como se arrastran
entre mis dedos hacia lo profundo,
Mientras lloro, ¡Mientras lloro!
¡Oh, Dios! ¿No puedo aferrarlos
con más fuerza?
¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar
uno de la implacable marea?
¿Es todo lo que vemos o imaginamos
un sueño dentro de un sueño?

Edgar Allan Poe (1809-1849)

domingo, 6 de febrero de 2011

'Conjuros de la memoria', de Gioconda Belli


No sé si un sol desmedido y burlón
me atravesará de punta a punta
cuando salten de mi pecho todos los gritos guardados
cuando se rompan las oscuridades
de mi perfecta catedral secreta
con el sostenido sonido del órgano medieval
ululando su voz de parto,
su alarido de queja y de tristeza.

Estoy como nací -desnuda-
mojada de lágrimas con el pelo chorreándome nostalgia
y un cansancio vetusto acomodado en mis huesos
y mientras me dejo ir en el humo,
viene su mano y me sostiene
y me levanta y me hace tronar de júbilo,
me zarandea las ganas de vivir,
me dice verde con ojos de monte
azul con el pelo espumoso de mar
estrella con las uñas brillantes
viento y sopla mi angustia y la desperdiga
y me hace nadar en el aire, retozar en los arroyos,
romper los relojes del tiempo,
borrar la huella de mis pequeños pecados
vueltos trascendentes por los oscuros designios
de su otro yo iracundo hermano de este duende iluminado
que me persigue en el sueño
en el que corro huyendo, siguiéndole yo a mi vez
juego de gato y ratón hasta que viene la lluvia
y la risa y volvemos a ser amantes helechos hojas atrapadas
en las correntadas de mayo y todo vuelve a empezar
cuando cruzamos lavados y nuevos
el umbral del paraíso.

(Incluido en Truenos y arcoiris, 1979-1982)

sábado, 5 de febrero de 2011

'La estrella', de Óscar Acosta


Sobre mi pecho abatido por los golpes
está tu estrella tibia, dolorosamente azul,
diríase un cielo toda ella.
No quiebra el agua su perfecta dulzura,
su sencillez es transparente y tiene
el uniforme brillo de la lluvia alta.
Déjame este lucero, este cuerpo celeste
sembrando sobre mi pecho lleno de golpes,
estás ya tan humilde que tu nombre
se puede decir con respeto y con pequeñas
letras de amor, dios mío.

(Óscar Acosta, poeta hondureño, nacido en 1933)

'Tuya', de Gerardo Diego

(Boreas, de John William Waterhouse, 1903)


Ya sólo existe una palabra: tuya.
Ángeles por el mar la están salvando
cuando ya se iba a hundir, la están alzando,
calentando sus alas. ¡Aleluya!

Las criaturas cantan: «Aunque huya,
aunque se esconda a ciegas sollozando,
es tuya, tuya, tuya. Aunque nevando
se borre, aunque en el agua se diluya» .

«Tuya» , cantan los pájaros, los peces
mudos lo escriben con sus colas de oro:
Te, u, y griega, a, sí, tuya, tuya.

Cantádmela otra vez y tantas veces,
a ver si a fuerza de cantar a coro.
« ¿Tú? ¿Ya? ¿De veras?» «Sí. Yo, Tuya. Tuya.»

(Gerardo Diego, 1896-1987)

jueves, 3 de febrero de 2011

'Tú, pensamiento mío', de Vicente Gaos

(Flaming June, "Junio ardiente", de Frederic Leighton, 1895)


Luz de la inteligencia, vida alta,
diamante en su pasión transfigurado,
luz que mi vida entera ha iluminado,
serenidad feliz que así me exalta.
Cuando en ti pienso ¿qué es lo que me falta?
Cuando en ti pienso, tú estás ya a mi lado,
seguridad del mundo deseado.
¡Qué embriagadora claridad me asalta!
Pensar en ti es ya amarte, poseerte.
Si no te pienso a ti, qué oscura vida.
Aunque a mi lado estés y pueda verte
y a mí te entregues, libre y encendida,
si en ti no pienso yo no sé quererte.
Te pensaré en la noche concedida.

(Incluido en Arcángel de mi noche, 1943)

martes, 1 de febrero de 2011

'Animal que despierta', de Ana María Rodas


Soy la gata que camina dentro de mí
conmigo
las leves zarpas afelpadas.
He bajado por el río
conservando el gusto por la caza
los ambiguos maullidos.

Cuando cierro los ojos atravieso los siglos.

Las arenas le dieron el color
a esta piel suave que esconde
una flor mojada entre las fauces.
El oro egipcio se ve reflejado en la pupila
de esta gata
que demasiadas veces
recuerda su verdadera condición de fiera.

La Reina de Saba habría dado la mitad de sus tierras
por tener estas garras.

(Poetisa guatemalteca, nacida en 1937)