lunes, 31 de enero de 2011

'Identificación', de Carmen Conde


Mis ojos no te buscan sobre la tierra inmensa:
eres tú mis ojos dilatándose.
Mis ojos te contienen; si lloras tú por ellos
soy yo que te libero de mí para que llores.

¡Cuán tú soy yo conmigo, amor que me enajenas!
¡Qué mío tu vivir y qué mía tu muerte
viniéndote de mí, muriéndome contigo!

La trama del latir en cuerpo que no es tuyo,
ni mío solamente: un cuerpo de dos seres
que funden la unidad de dos que son ya uno.

(Incluido en Ansia de la gracia, 1945)

miércoles, 26 de enero de 2011

'Deja que me demore absortamente...', de Vicente Gaos


Deja que me demore absortamente
en tanto y tanto objeto de belleza.
Déjame contemplar esa cabeza
inmóvil y esa boca que no miente.
Y esa tersura eterna de una frente
donde no deja huellas la tristeza.
Y esos ojos que miran con certeza,
seguros como un agua transparente.
¡Estremecer la calma de ese río
que absorbe el alto azul en su hondo suelo
y lo devuelve en claridad y en frío!
No, deja que te mire sin anhelo,
sin preguntar si nada de eso es mío,
como se mira el monte, el mar, el cielo...

("Cabeza", incluido en Profecía del recuerdo, 1956)

'Bajo los fuegos de fugaces colores...', de Antonio Gala


Bajo los fuegos de fugaces colores
que iluminan el aire de la noche,
dame tu mano.
Mira abrirse las palmeras doradas, rojas, verdes;
caen los frutos azules de la altura;
rasgan el negro terciopelo
las estelas de plata...
En tus ojos yo veo el frío ardor,
artificial y efímero
de los castillos que veloces surgen
y veloces se extinguen.
Dame tu mano: es todo cuanto tengo
en medio de esta falsa
riqueza, de esta dádiva
que fugazmente se otorga y se consume.
Así es todo: organizado y yerto
brota el amor, crece, se desparrama, se hunde,
vuelve la oscuridad
en la que, previsto y bien envuelto, yacía.
Nada, nada...
Dame tu mano. Entre los irisados estampidos
alegres sólo para los alegres,
se esfuma el corazón, igual que una girándula
demasiado mojada para arder o dar luz.
En este tornasolado e intrincado bosque
dame tu mano para que no me pierda.

(Antonio Gala, nacido en 1930)

lunes, 24 de enero de 2011

'Nocturno', de Antonio Colinas


Duermes como la noche duerme:
con silencio y con estrellas.
Y con sombras también.
Como los montes sienten el peso de la noche,
así hoy sientes tú esos pesares
que el tiempo nos depara:
suavemente y en paz.

Te han llovido las sombras,
pero estás aquí, abrazando en la almohada
(en negra noche)
toda la luz del mundo.
Yo pienso que la noche, como la vida, oculta
miserias y terrores,
más tú duermes a salvo,
pues en el pecho llevas una hoguera de oro:
la del amor que enciende más amor.

Gracias a él aún crecerá en el mundo
el bosque de lo manso
y seguirán girando los planetas
despacio, muy despacio, encima de tus ojos,
produciendo esa música
que en tu rostro disuelve la idea del dolor,
cada dolor del mundo.

Reposas en lo blanco
como en lo blanco cae en paz la nieve,
duermes como la noche duerme
en el rostro sereno de esa niña
que todavía ignora
aquel dolor que habrá de recibir
cuando sea mujer.

Otra noche,
la nieve de tu piel y de tu vida
reposan milagrosamente al lado
de un resplandor de llamas,
del amor que se enciende en más amor.
El que te salvará.
El que nos salvará.

(Incluido en Libro de la mansedumbre, 1997)

domingo, 23 de enero de 2011

'Nightingale', de Ana Rossetti


"Cada palabra es una herida mortal,
Debo tener cuidado".
Jorge Díaz


Noche, palabra mía henchida de sucesos.
La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla
avivan en tus sílabas sus temores y ansias.
Extenuado nombre, fatigada corola,
para caer de ti como cansino pétalo,
o hundirse en tus confines, abiertos,
afilados, beso ardiente, última sensación,
locura extrema.
Noche, noche, amor mío,
¿es que acaso me atreveré a saltar
traspasada de ti hasta la muerte?
Lengua: nupcial espada.
Apenas te mencione, convocadas estrellas
insistirán solícitas mostrando el desvarío
de tus ojos vibrátiles.
Oh noche, qué incitante, qué turbadora eres;
madre y devoradora, acercas tu regazo,
y cómo quiero huir, cómo desertar quiero
de tus lágrimas ávidas, cómo intento esconderme
de tus manos, oh noche, mi tristeza.
Y quizá seas la única, la palabra final
que todo amor explique. Y el estremecimiento.
Y el magnífico instante que ni aun la memoria
más fiel y enamorada consiente en repetir.
Noche, tristeza mía, todavía es posible
que te llame, y me abreve en el láudano amargo
que destilan tus letras. Que a tu herida me entregue
y a tu abismo, mi tristeza, mi noche,
todavía es posible.
Oh noche mía, acaso... acaso te amaría.

(Incluido en Indicios vehementes, 1985)

sábado, 22 de enero de 2011

'Poema del encuentro', de Jorge Riechmann


"De ti me fío, redondo
seguro azar"
Pedro Salinas


Te encontraré
postrada tras una revuelta del otoño
-estandartes de sol helado,
barricadas de hojas secas-
o no te encontraré.

Te encontraré
desnuda frente al mar en el rellano
de una escalera oscura
-y no me atreveré a rozar tu cuerpo-
o no te encontraré.

Te encontraré
sucia de soledad o de heroísmo,
acribillada de pájaros sin vuelo,
inmensa e íntima cual cielo sin heridas.
Te encontraré.

(Jorge Riechmann, nacido en Madrid en 1962)

'Reposo', de Vicente Aleixandre


Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.

Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.

(Incluido en Espadas como labios, 1932)

'A orillas del East River', de José Hierro


I
En esta encrucijada,
flagelada por vientos de dos ríos
que despeinan la calle y la avenida,
pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
descienden las palabras a mi mano,
picotean los granos de rocío,
buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.

Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
-de pena, de felicidad, de desesperanza,
al fin, todo es lo mismo-,
porque yo las había llorado antes;
antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
en el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
de lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
lloraría por seres que jamás conoció,
que acaso no es posible que existieran
aunque estuvieron vivos
en el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
los -para mí -difuminados
en la magia del tiempo.

Contra las estructuras
de metal y de vidrio nocturno
rebotan las palabras aún sin forma,
consagradas en el torbellino helado,
y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!

(Incluido en Cuaderno de Nueva York, 1998)

viernes, 21 de enero de 2011

'Desnudo', de Manuel Altolaguire


El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Altas yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel! Estabas
como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Eres cárcel de música
de la música presa,
que intentaba escapar
en cada gesto tuyo,
pero que no podía salir
y se asomaba como un niño
a los cristales de tus ojos claros.

(Manuel Altolaguirre, 1905-1959)

'Hay un reguero dulce y encendido...', de Vicente Gaos

(Avenida de álamos en otoño, Van Gogh, 1884)


Hay un reguero dulce y encendido
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados
encalman el paisaje atardecido.

Si ahora tuviera el corazón dormido,
los ríos de la sangre no encrespados,
y ojos para mirar enamorados
los chopos dónde aún tiembla el sol huido...

Si ahora como esa luna ser pudiera
que boga virginal, tan lentamente,
tan alma pura en el azul... Si fuera

un álamo, una luna, un dios luciente...
Más sólo soy un hombre en la ladera,
un hombre sólo, apasionadamente.

(Incluido en Profecía del recuerdo, 1956)

jueves, 20 de enero de 2011

'Lamentación de Ariadna', de Claribel Alegría

(Ariadne, de Waterhouse, 1898)

No te pierdas, Teseo
vuelve a mí.
La playa está desierta
tengo los pies sangrientos
de correr en tu busca
¿será que me engañaste
dejándome dormida en esta isla?
Perdóname, Teseo
¿Recuerdas nuestro encuentro?
amor eterno me juraste
y yo te di el ovillo
y volviste a la luz
después de haber destruido
al minotauro.
¿Te secuestró algún dios
sintiéndose celoso?
No me inspiran temor
ni Poseidón
ni Zeus
es de fuego mi ira
y se alzará
desde estas aguas
hasta el cielo.
Vuelve,
vuelve, Teseo
no te pierdas
en los laberintos
de la muerte
anda suelto
el ovillo de mi amor
atrápalo, Teseo
vuelve a mí
soy tu tierra
tu luna
tu destino.
Clava en mí tus raíces.

(Incluido en Saudade, 1999)

miércoles, 19 de enero de 2011

'Postrera invocación', de Walt Whitman


Al fin, dulcemente,
dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
la guardia de las puertas seguras,
sea yo liberado en los aires.

Con sigilo sabré deslizarme;
pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
abre las puertas de par en par, ¡alma mía!

Dulcemente -sin prisa-
(carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
¡oh amor! ¡cuán estrechamente abrazado me tienes!)

(Walt Whitman, 1819-1892)

'Tú, tú, tú, mi incesante...', de Jorge Guillén


¡Tú, tú, tú, mi incesante
primavera profunda
mi río de verdor
agudo y aventura!

¡Tú, ventana a lo diáfano:
desenlace de aurora,
modelación del día:
mediodía en su rosa,

tranquilidad de lumbre:
siesta del horizonte,
lumbres en lucha y coro:
poniente contra noche,

constelación del campo,
fabulosa, precisa,
trémula hermosamente,
universal y mía!

¡Tú más aún: tú como
tú, sin palabras toda
singular, desnudez
única, tú, sola!

(Jorge Guillén, Valladolid 1893-Málaga 1984)

lunes, 17 de enero de 2011

'Te supe frágil y desnudo...', de Chantal Maillard


Te supe frágil y desnudo,
tan frágil eras, tan desnudo
que se quebró tu sombra al respirar.
Abrí la puerta y las voces del agua
adoptaron la forma de tu cuerpo.
Tan leve parecías, tan al borde
de ti
que la noche aprendió
el modo de dormirse sobre el río.

(Incluido en La otra orilla, 1990)

'Aquí están todas las rosas encarnadas del deseo...', de Gabriel Celaya


¡Aquí están todas las rosas encarnadas del deseo!
Allí la luna, callada,
blanca y estéril, mirando,
espejo vuelto a sí mismo,
su perfección de narciso:
soledad en aguas blancas
de lo blanco quieto y frío.

Dura o sin sangre, tranquila,
se está mirando a sí misma,
mientras rosas encarnadas,
pulpa y amor, carne viva,
bajo una brisa caliente
se desmayan de delicia.

Con los ojos en la luna,
bajo los pies, rosas rojas,
estoy esperando, quieto,
que tú, que yo mismo venga
sigiloso por la espalda,
con la sorpresa de un beso
blanco y verde de silencio,
que tú, que yo mismo venga
con un beso
muerto de puro perfecto.

(Incluido en Marea del silencio, 1935)

'Aquí...', de Pedro Salinas


Aquí
en esta orilla blanca
del lecho donde duermes
estoy al borde mismo
de tu sueño. Si diera
un paso más, caería
en sus ondas, rompiéndolo
como un cristal. Me sube
el calor de tu sueño
hasta el rostro. Tu hálito
te mide la andadura
del soñar: va despacio.
Un soplo alterno, leve
me entrega ese tesoro
exactamente: el ritmo
de tu vivir soñando.
Miro. Veo la estofa
de que está hecho tu sueño.
La tienes sobre el cuerpo
como coraza ingrávida.
Te cerca de respeto.
A tu virgen te vuelves
toda entera, desnuda,
cuando te vas al sueño.
En la orilla se paran
las ansias y los besos:
esperan, ya sin prisa,
a que abriendo los ojos
renuncies a tu ser
invulnerable. Busco
tu sueño. Con mi alma
doblada sobre ti
las miradas recorren,
traslúcida, tu carne
y apartan dulcemente
las señas corporales,
para ver si hallan detrás
las formas de tu sueño.
No la encuentran. Y entonces
pienso en tu sueño. Quiero
descifrarlo. Las cifras
no sirven, no es secreto.
Es sueño y no misterio.
Y de pronto, en el alto
silencio de la noche,
un soñar mío empieza
al borde de tu cuerpo;
en él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
hacíamos lo mismo.
No había que buscar:
tu sueño era mi sueño.

(Versos 733-784 de Razón de amor, 1936)

miércoles, 12 de enero de 2011

'Mañana', de Cesare Pavese


La ventana entornada recuadra un rostro
sobre el campo del mar. Los lindos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.

No hay recuerdos en este rostro.
Sólo una sombra huidiza, como de nubes.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una intacta caverna, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Sólo un susurro
que es la voz del mar convertida en recuerdo.

En el crepúsculo, el agua mullida del alba,
que se impregna de luz, alumbra el rostro.
Cada día es un milagro intemporal,
bajo el sol: lo impregnan una luz salobre
y un sabor a vívido marisco.

No existe recuerdo en este rostro.
No hay palabra que lo contenga
o vincule con cosas pasadas. Ayer,
se desvaneció de la angosta ventana,
tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni humanas palabras, sobre el campo del mar.

(Cesare Pavese, 1908-1950. Incluido en Trabajar cansa, 1936)


Mattino

La finestra socchiusa contiene un volto
sopra il campo del mare. I capelli vaghi
accompagnano il tenero ritmo del mare.

Non ci sono ricordi su questo viso.
Solo un ombra fuggevole, come di nube.
L’ombra è umida e dolce come la sabbia
di una cavità intatta, sotto il crepuscolo.
Non ci sono ricordi. Solo un sussurro
che è la voce del mare fatta ricordo.

Nel crepuscolo l’acqua molle dell’alba
che s’imbeve di luce, rischiara il viso.
Ogni giorno è un miracolo senza tempo,
sotto il sole: una luce salsa l’impregna
e un sapore di frutto marino vivo.
Non esiste ricordo su questo viso.

Non esiste parola che lo contenga
o accomuni alle cose passate. Ieri,
dalla breve finestra è svanito come
svanirà tra un istante, senza tristezza
né parole umane, sul campo del mare.

'Presentimiento', de Emily Dickinson


Versión I
Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona.


Versión II
Presentimiento es el susurro tenue

que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.

Presentiment is that long shadow on the lawn
Indicative that suns go down;
The notice to the startled grass
That darkness is about to pass.

(Emily Dickinson, 1830-1886.
El poema fue escrito en torno a 1855,
aunque no se editó hasta 1924 en
Poemas completos de Emily Dickinson
"The complete poems of Emily Dickinson",
antología preparada por su nieta
Martha Dickinson Bianchi)

sábado, 8 de enero de 2011

'Un día te querré...', de Julia Prilutzky


Un día te querré... Un día: ¿cuándo?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco, voy andando.

Mi mano que la espera va ahuecando
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá... Hoy sólo ansía
encerrarse en la tuya, descansando.

Mi amor sabe aguardar. No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.

Y una tarde cualquiera y diferente
me ha de dar a tu amor, serenamente.
Un día te amaré: ¿qué importa cuándo?

(Julia Prilutzky, poetisa nacida en Ucrania en 1912
y nacionalizada argentina. Murió en Buenos Aires en 2002)

jueves, 6 de enero de 2011

'Sálvame', de Ana Rossetti


Mis ojos, por tu cuerpo reclamados,
de su hermosura avisan, amplio torso devastan
y en la estrecha cadera contiénense aturdidos.
Sin indulgencia alguna muestran al labio hambriento,
de cerezas mordientes, la semilla
y al igual que mis dedos el más ardiente roce
de tu piel se presagia, de la amatista intrusa
e irisado pezón, en mi confusa lengua
avívase su tacto.
Las feroces punzadas de un turbador augurio
procura apaciguar mi inasaltado vientre,
pero es vano el combate del que ya ha sido herido.
Y es un abismo el goce, el anhelo locura,
es tu nombre invocado amarga extenuación
y tu cuerpo inminente rigurosa medida
de mi infierno.
De este insaciable afán dicen que has de salvarme.
Pero lo cierto es que enfebrecida aguardo
y que puedo morir antes de que me toques.

Ana Rossetti, poetisa gaditana, nacida en 1950

miércoles, 5 de enero de 2011

'Sólo tú', de Vicente Gaos


Tú, mi razón de vida, mi razón
de amor; mi razón, mi pensamiento,
mi desencadenado sentimiento,
la luz y el fuego de mi corazón.

Vivir en ti es vivir, viva pasión,
y la vida sin ti no es mi tormento,
sino injustificable y vano intento,
imposible, imposible abdicación.

Si tú eres la verdad, si tú la vida,
morir será morir, pero prefiero
tan breve posesión de la verdad

a otra existencia luego concedida.
Vivir será morir, pero te quiero.
Sólo tú, sólo tú mi eternidad.

Vicente Gaos (1919-1980)

'El rostro', de Óscar Acosta


De tu rostro purísimo y resplandeciente
surge una luz silenciosa
que todo lo desnuda, descubre
paraísos y mares de ceniza,
oculta sombras con su bella campana
y vuela como un pájaro.
Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,
tratar de ignorarlo es vivir
a ciegas, dando tumbos;
no es necesario volver a decir
que tu rostro nos promete un reino
en un universo inmóvil y destruido.

(Óscar Acosta, poeta hondureño, nacido en 1933)